lunes, 4 de enero de 2016

Crecer. Esa palabra que tanto miedo esconde y tanto deseo a la vez. Todos queremos que pasen los días para que llegue eso que nos va a hacer tremendamente felices y después llega y pasa y llega otra cosa y así hasta que toca descolgar otro calendario más de la pared y tirarlo, cerrar otro año y decir adiós, hasta que de repente nos despertemos y hayamos vivido ya mucho más de lo que nos queda por vivir. Cuando de repente nos levantemos y ya no exista la ilusión por el día 6 de enero, ya no te importe irte a dormir el 31 de diciembre antes de las 12, llegará, porque es inevitable el paso del tiempo, el día en el que prefieras pasarte la noche viendo la tele en buena compañía y decidas colgar las lentejuelas en el armario, y decidas bajarte del tacón en el que con impaciencia te subiste a los 15, y ya den igual cuantas copas y ya den igual cuantas fiestas, porque el hecho de pensar en aguantar toda la noche subida en 12 cm nos dará escalofríos. Sí, puedes no creertelo, pero la vida son etapas, si no, mira hacia atrás, ¿eres la misma? ¿te gustan, acaso, los mismos tipos que empapelaban tu cuarto con sus flequillos hace unos años? La respuesta es evidente.
Yo, que con estos 17 recien estrenados quiero ansiosa que corra el tiempo para ser mayor de edad, me paro en seco a pensar pocos días después de haber estado sosteniendo una copa de Ron Barceló a las 5 de la mañana subida en 12 cm de tacón y llego a la conclusión de que el tiempo ya pasa suficientemente rápido como para darle aún más prisa, porque de repente mirare a mi al rededor y no tendré 18, tendré 25 y querré volver a esos 17, esos 17 que apagué con cierto enfado el día de mi cumpleaños, porque no era la cifra que quería encima de mi tarta. El tiempo corre, y posiblemente me queden fiestas de las que no querré irme y resacas que me harán pasarme el día en la cama, me acabaré comprando tacones que pese a su precioso aspecto imposibilitan a cualquier ser humano aguantar sobre ellos más de una hora, pero me los pondré, y me pasaré la noche diciendo lo que me duelen los pies, y bailaré y mi alrededor no notará que si puedo andar es por mera casualidad del destino. Y conoceré a alguien con el cual no me hagan falta fechas ni compromisos y a otros con los que querré que todo el mundo sepa que mantenemos una relación de máxima seriedad, porque la vida es eso, es conocer y aprender, es caer, es que te tiren y es, inevitablemente, tirar alguna vez que otra, a veces sin querer, a veces movida por un ataque de carácter e impulsividad, es reir a carcajadas y llorar desconsoladamente, es despeinarte mil veces y aguantar la humedad del levante en tu pelo durante toda la noche, mientras vas cada hora al baño a mirar si pareces un perrito de agua, la vida es ir y venir y disfrutar en cada viaje, pero sobretodo, y por encima de todo lo que he aprendido que es la vida, sé que lo que no quiero que sea la mia, es una carrera, es un arrancar las hojas de un calendario, es un "por favor que pase rápido el tiempo" porque el tiempo, una vez pasa, jamás vuelve a darte una segunda oportunidad.